En mi afán por dibujar, me gustaba visitar los museos, llevaba un cuaderno donde copiaba los nombres de los cuadros y los artistas para buscarlos más tarde en Internet. A veces hacía un bosquejo del cuadro a lápiz, pero si el cuadro me gustaba mucho, le tomaba foto. Como no había podido domesticar por completo a la Minolta, Marcela decidió regalarme esta Sony Cyber-shot. ¡Fue el regalo perfecto! Se volvió mi compañera de excursiones y viajes. Según Henri, cuando me perdía de vista en los museos, era fácil localizarme gracias al sonido que emite la cámara cuando se enciende. Seguí tomando fotos a los cuadros, pero quise tomar fotos a otras cosas. A paisajes, a objetos, a texturas. Está cámara ha estado conmigo tanto tiempo y me ha servido de tan buena manera, que me cuesta trabajo recordar como era la vida antes de ella. Este regalo cambió mi forma de ver y mi vida. Necesitaba capturar algunas escenas, llevar conmigo objetos, ver una y otra vez lo que me parecía interesante. Pero sentía que me hacía falta algo. Tenía que haber un modo de organizar los objetos para que se vieran mejor. Comencé a tomar clases de pintura y al cabo de seis meses me di cuenta de que necesitaba algo más práctico, más contundente, más inmediato. Necesitaba estudiar fotografía.
Knock, Knock.
¿Quien es?
La fotografía.
Oye, Abraham. La fotografía está tocando a tu puerta.
Está bien, Yo le abro.
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