He tenido la suerte de "perderme" las muertes cercanas, de vivirlas como si no fueran reales, como si la única evidencia del hecho fuera un hueco en mi corazón. Seguro que es por eso que los panteones me ocasionan un sentimiento extraño; no es dolor ni sobrecogimiento sino algo más, algo ajeno y sin nombre. Mis muertos no son muchos, no viven debajo de tres metros de tierra ni silenciosos en un reposo marmóreo: más bien viven lejos y cerca, como entre niebla y entre sueños, fundiéndose entre la realidad que compartieron conmigo y la que yo he escogido recordar. No les llevo flores ni lágrimas, mejor los pienso a lo largo de mi vida, porque sin duda creo que es verdad eso que dicen: que la verdadera Muerte es el Olvido...
