martes, 28 de febrero de 2012

Clementina


Hay pocas cosas que recuerdo de mi infancia. Fuera de un puñado de eventos que recuerdo como si los estuviera viviendo, el resto lo sé por lo que me han contado.  Uno de esos fuertes recuerdos es el de mi bisabuela Clementina.  Cuando yo la conocí rondaba los cien años.  Recuerdo su olor, una mezcla entre años y jabón.  Recuerdo sus ojos: estando ciega, sus ojos albergaban un misterio melancólico y sobrecogedor para una niña de dos años. Pero lo que más recuerdo son sus manos: unas manos delgadas, gastadas por los años y las penurias y sin embargo suaves; su piel era fina, morena clara y muy delgada, casi como papel, llena de arrugas y manchada por el tiempo que no respeta nada.  Me hubiera encantado tener más consciencia, poder hablar con ella, escuchar sus historias y conocer su mente, que con todo lo que vivió a lo largo de un siglo llenaría habitaciones enteras...

1 comentario:

  1. Si, estoy de acuerdo. La abuela Clementina era el eslabón que unía a la familia Pedroza.

    Serán así todas las abuelas?

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